ESTEREOTIPOS Y PREJUICIOS
categorías sociales que no tienen ningún referente objetivo. Así podemos calificar a todos los gitanos como sucios. Es lo que se denomina esencialismo subjetivo (Rodríguez Pérez y Rodríguez Torres, 2002), por el que todos los miembros de un grupo específico tienen algo en común, que es lo que lo distinguen de los demás grupos. Del mismo modo, las personas tendemos a pensar que la esencia humana es patrimonio de nuestro grupo y, en consecuencia, deshumanizamos, en cierta medida, a los otros grupos.
La Psicología Social sustenta este comportamiento discriminatorio en los estereotipos sociales, que son “creencias compartidas acerca de un conjunto de características que se atribuyen a un grupo humano. El estereotipo es una imagen mental, muy simplificada en general, de alguna categoría de personas o institución que es compartida, en sus características esenciales, por un gran número de personas” (Elosúa, 1994, 22).
Los estereotipos van frecuentemente acompañados, aunque no necesariamente, de prejuicios, de una predisposición favorable o desfavorable hacia cualquier miembro de la categoría en cuestión sin haber tenido una experiencia anterior en la que basar dicho juicio. Aunque hay prejuicios que yo puedo tener ante determinadas personas, lo que aquí nos interesa son los prejuicios sociales, los que expresan una actitud negativa hacia un determinado grupo.
Los estereotipos sociales se originan según un proceso cognitivo básico de categorización que se da la hora de percibir y estructurar el medio ambiente. El proceso de categorización consiste en la ordenación y agrupación de los objetos del medio ambiente en distintas categorías, con el objeto de simplificar la complejidad del entorno. Este proceso de categorización es activo y puede
llegar a mantener el sistema de valores predominante en un grupo o cultura particular. Los estereotipos no sólo tienen funciones cognitivas sino que contribuyen a la creación y mantenimiento de ideologías de grupo, que explican o justifican acciones sociales contra esos grupos externos.
Las funciones principales de los estereotipos son (Elosúa, 1994, 35-36 y Diaz-Aguado, 2003, 72-73):
1. Función cognitiva de simplificación de la complejidad de los estímulos del medio ambiente. Son la consecuencia de una economía cognitiva. Guían nuestra interpretación de la realidad y crean una memoria selectiva.
2. Ayudan a formar la identidad social.
3. Contribuyen a la creación y mantenimiento de las ideologías de grupo.
4. Explican o justifican una variedad de acciones sociales contra otros grupos externos. Ayudan a explicar la conducta del endogrupo de la mejor manera posible.
5. Contribuyen a establecer relaciones de causa-efecto entre fenómenos que ocurren simultáneamente. Por ejemplo, cuando se relacionan el desempleo y la droga con la llegada de inmigrantes.
Algunas de las características más importantes de los estereotipos son las siguientes (Olmo, 2002; Díaz Aguado, 2003; Echevarría y González, 1995):
• Se suponen o inventan ideas sobre el exogrupo, pero se presentan de forma razonable porque se asocian estrechamente a determinadas características observables.
• Por el hecho de centrar la atención en las diferencias entre el endogrupo y el exogrupo conduce a una percepción exagerada de las diferencias en detrimento de las semejanzas. Se asocian determinadas características a un grupo, como si otros grupos no pudieran compartirlas también.
• Cuando construimos un estereotipo tendemos a sobreestimar la presencia de un determinado atributo en un grupo (por ejemplo, la agresividad en los varones) y a subestimar la presencia de un elemento contra-estereotípico (el cariño). Se elimina, de este modo, la posibilidad de variación individual intragrupal.
• Los estereotipos sesgan las respuestas incluso de los sujetos que conscientemente dicen rechazarlos. Es lo que se denomina estereotipaje implícito.
• Un estereotipo negativo omite o suprime cualquier comportamiento positivo.
• Se adscriben siempre a minorías, nunca a grupos mayoritarios.
Un aspecto que nos interesa especialmente a los educadores es el de la evolución de los estereotipos y, en general, de las comprensión de las diferencias sociales en los niños y jóvenes (Díaz-Aguado, 2003, 74-76):
1. En una primera etapa, que comienza a los dos o tres años, los niños tienen cierto conocimiento de que existen diferencias de apariencia física entre las personas, pero no distinguen bien las categorías sociales, por lo que aceptan y reproducen, sin crítica las etiquetas que escuchan a los mayores.
2. En una segunda etapa, el niño es capaz de diferenciar correctamente entre el endogrupo, que tiende a sobrevalorar, y el exogrupo, que tiende a infravalorar. Son incapaces de reconocer la diversidad intragrupal y las semejanzas intergrupales. Aunque esta etapa puede superarse a los
siete años, algunos no lo hacen en toda la vida.
3. La tercera etapa se produce como consecuencia del pensamiento operatorio concreto y en ella el niño ya sabe apreciar las semejanzas intergrupales y la diversidad intragrupal. Es capaz de incluir características psicológicas abstractas en las descripciones de los grupos y se empieza a reconocer que otros grupos pueden tener distintos valores y creencias que deberíamos aceptar.
4. En esta cuarta etapa, que se produciría después del pensamiento formal, se es capaz de relativizar al propio grupo y de alcanzar un importante grado de tolerancia.
Por último, es necesario recalcar la enorme dificultad para modificar los estereotipos, una vez adquiridos, puesto que no se suelen transformar por la experiencia, sino que solemos convertir en excepciones aquellos comportamientos que observamos que no concuerdan con él (Olmo, 2002).
http://psicologialapch.blogspot.com/2010/10/las-relaciones-intergrupales-y-el.html
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